Silencio


En Alcalá llegas a todos lados andando y en Madrid, con el Abono Transporte, lo haces en Metro y autobús. Así que apenas cojo taxis. Sin embargo tengo la impresión, de cuando era pequeño, de que los taxistas era gente simpática y afable. Cuando era niño tampoco es que fuera mucho en taxi, pero las veces en que viajaba en él recuerdo que el conductor siempre daba conversación.

El otro día fui en taxi por motivos laborales. A la ida el conductor no abrió la boca más que para preguntar dónde íbamos y cuanto era la carrera. En cambio, a la vuelta, disfruté de una agradable conversación sobre la cosa más importante de las cosas sin importancia: el fútbol. Banal, por supuesto, pero una charla agradable que sustituía el -para mí- incomodo silencio de la ida. Y es que el silencio entre dos personas puede ser de lo más cómodo o convertirse en una molestia ensordecedora. Ocurre cuando estás con alguien al que conoces y con el que no sabes de que hablar: compañeros de clase o trabajo, vecinos, amigos de amigos, familiares de familiares... Casi es peor cuando comienzas a hablar del tiempo. "Conversaciones de ascensor" las llaman. Nos vemos forzados a hablar no sé muy bien por qué. Todo lo contrario pasa cuando estás con amigos o familiares de verdad. Personas realmente cercanas a tí. Con esas puedes estar un buen rato sin hablar sin que exista incomodez ninguna. No hay que demostrar nada.

Así es el silencio entre personas. Sólo no molesta cuando estás realmente agusto con la persona con la que lo compartes. Una buena forma de saber quién forma parte verdaderamente de tu vida y quién, tan sólo, se cruza en ella.


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