Muchos malos y un solo bueno


Hay muchos culpables de la desastrosa situación actual del Valencia. Todos ellos permanecen en el club, mientras que el único inocente es también la única persona que tuvo que dejar a los che. Me refiero a Quique Sánchez Flores, que fue cesado por una directiva cobarde, a petición de un importante sector del público de Mestalla y sustituido por un Koeman que está demostrando que el proyecto le queda grande. Cuando Quique fue despedido con nocturnidad (lo hicieron de madrugada) y alevosía, muchos fueron los que pensaron que se cometía un grave error. Ahora los números tras tres meses con Koeman les dan la razón. El madrileño logró 18 puntos en nueve jornadas. El holandés, en dos jornadas más, ha logrado la mitad (9 puntos en once partidos). Quique dejó al Valencia cuarto, en zona de Champions. Koeman le tiene undécimo, sólo cinco puntos por encima de la zona de descenso. De hecho, si ponemos el contador de todos los equipos a cero y la Liga empezara en la jornada décima (en la que el holandés cogió al equipo) el Valencia sería colista.
Así que Koeman no ha hecho mejorar al conjunto, sino todo lo contrario. Parece demostrado que Quique no tenía la culpa, aunque durante sus últimos partidos en el banquillo fueran constantes los gritos pidiendo que se fuera. Buena parte de la afición valencianista es así. Marcan un nivel de exigencia al equipo como si este hubiera ganado diez Copas de Europa. Para contentar a esas voces y tratar de evitar que se dirigieran hacia el palco, Soler cambió de entrenador.

Pero tampoco se salvan los jugadores. Dejando de un lado su pésimo rendimiento en el terreno de juego, su silencio cómplice respecto a lo que ha ocurrido con Albelda, Cañizares y Angulo, deja patente una falta de compañerismo vergonzante. Porque, lo normal es que si a alguien con quien compartes vestuario cada día, el club le aparta del equipo, lo correcto sería hacer público algún tipo de comunicado en su apoyo. Pero no ha sido así. Nadie de la actual plantilla che ha dado la cara por ellos y eso sólo tiene dos posibles explicaciones: o existe realmente un comportamiento grave de los tres desterrados que justifique la decisión y que desconocemos (algo que sería muy torpe, hasta para los directivos valencianistas, ya que hacerlo saber les libraría de muchas críticas) o simplemente son unos egoístas tan sólo preocupados por conservar sus fichas.
A día de hoy, el Valencia es un enfermo con muchas heridas. Hablar le resultaría ahora muy fácil al que se culpaba de crear muchas de ellas. Sin embargo Quique ni ha metido ni meterá sus dedos en esas llagas por dos razones: primero porque quiere al Valencia y segundo, y más importante, porque está demostrando ser un caballero.

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