Perfecta imperfeccion (Ivan Ferreiro en La Riviera)


Los fieles seguidores de Iván Ferrerio se cuentan por legión. Fieles, porque así se les puede denominar tras el disco que sacó con Los Piratas en 1997 (“Manual para los fieles”) pero, sobre todo, porque se muestran como tales. El pasado jueves y viernes llenaron por completo La Riviera de forma consecutiva para escuchar las canciones del nuevo trabajo del gallego, “Mentiroso mentiroso”. Iván se ha ganado a pulso esa fidelidad con su buen hacer musical, con su sinceridad y con el respeto con que trata a sus seguidores. Es fácil escuchar a los cantantes decir que se deben a su público, pero pocos como Iván Ferreiro lo demuestran. La admiración se mezcla con el cariño al artista hasta alcanzar importantes cotas de incondicionalidad. Ello puede llevar aparejado una cierta condición acrítica sobre sus trabajos y actuaciones.
Lo digo porque el concierto del pasado viernes distó mucho de ser perfecto. Iván pareció estar cansado, sobre todo al principio de la actuación, y algo embriagado por los “humos del pequeño saltamontes”. El sonido tampoco fue espléndido. Su voz y la de algún invitado que subió a cantar con él no se escuchaban bien. Y sin embargo fue un gran concierto en el que la gente disfrutó de casi dos horas y media de música sincera. Sus fieles perdonan a Iván casi todo porque se lo ha ganado a lo largo de su carrera. Si se equivoca a mitad de un solo de teclado cantando 'Rocco Sigfredi' lo único que se escuchan son aplausos y gritos de ánimo. Ningún silbido. El público valora lo auténtico, con sus virtudes y defectos porque eso es el secreto del éxito de Iván Ferreiro: sinceridad y belleza por encima de todo. Evidentemente ambos ingredientes sin calidad no servirían de nada. Tras dos trabajos más austeros, “Mentirosos, mentiroso” persigue un sonido más elaborado y menos maquetero. En la gira, eso se traduce en más músicos. Al inicio de su carrera en solitario, a Iván Ferrerio sólo le acompañaban su hermano Amaro en la guitarra y Karlos Arancegui a la batería. Hoy la banda es el doble, con seis personas en total. Se mantienen los hermanos Ferreiro, a los que hay que sumar al guitarrista Emilio Saiz (que ya había trabajado antes con ellos) y tres fichajes nuevos con gran experiencia en grupos como Sexy Sadie, Amaral o Los Ronaldos: Toni Toledo en la percusión, Ángel. L. Samos en los teclados y Pablo Novoa con otra guitarra. El resultado tiene su cara y su cruz: mejor ejecución musical a costa de menor intimidad. Más contundencia en detrimento de algo de delicadeza. Aún así el equilibrio entre ambos polos resulta aceptable. La amplitud de repertorio con el que cuenta el artista permite moverse entre ambos según las canciones. Y es que el repertorio cuenta con treinta y dos temas, que suponen un amplísimo repaso por la discografía en solitario de Iván y que permite incluso algún guiño a su época Pirata. En algunas canciones, se agradece el cambio de registro con respecto a cómo fueron grabadas en el disco. Pequeños arreglos distintos en los temas del último disco que son mayores en los pertenecientes a trabajos anteriores. Como en 'Fotograma', que fue grabada como una intro de apenas un minuto y que en el concierto se transformó en un tema completo. Otro de los atractivos con los que se aderezan los temas llegan de la mano de los siempre esperados invitados especiales. En esta ocasión la estrella fue Coque Malla, que salió a cantar 'Canciones para el tiempo y la distancia'. Lástima que apenas se le escuchara, al igual que a una cantante llamada Adela, que hizo los coros de 'Para mí un pandero'. Por el escenario también desfilaron el gran Suso Saiz a la guitarra y el co-compositor de Magia al acordeón.
En definitiva, que el público disfrutó del concierto porque para eso había ido. También lo gozaron en el escenario, algo que se notó cuando, ya en la despedida, Toni Toledo, el batería, le preguntó a Iván si no podían seguir tocando. Al final, Iván agradeció a los asistentes asegurando que la mitad del espectáculo lo habían hecho ellos al no parar de cantar, y que, por lo tanto, se merecían que se les devolviera la mitad del precio de las entradas. Realmente nadie lo habría reclamado, pues se daban por recompensados con el espectáculo. Por pedir, habrían solicitado, (y de hecho lo hicieron) otra canción más hasta el infinito.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que fotos mas buenas!, de que medio estan sacadas?

Anónimo dijo...

Lo tuyo con Iván es amor verdadero. Ya tengo grabada tu dirección, aunque de verdad te digo que creo que no me la llegaste a dar nunca. Me he llevado una grata sorpresa con tu blog, aunque hay demasiado fútbol para mi gusto ;)

Besitos

Fdo: La ecléctica y/o dispersa