¿Éxito, estancamiento o fracaso?


Acabaron los Juegos Olímicos de Pekín con dieciocho medallas para la delegación española. El resultado, en cuanto a metales, es el segundo mejor resultado de nuestra historia sólo por detrás de las veintidós cosechadas en Barcelona. Sin embargo hay un dato preocupante: de los setenta diplomas que logramos en Atenas hace cuatro años hemos bajado a cincuenta y seis. Es decir, no sólo no hemos aumentado el número de finalistas sino que ha descendido. Ese es el dato que debe servir para tomar el pulso al deporte español, aunque, como en todo, las generalizaciones nunca son justas.
En primer lugar cabe reseñar la buena salud del ‘deporte profesional’, es decir, aquel que vive de sus propios ingresos sin necesidad de grandes ayudas del Consejo Superior de Deportes. Es el caso del ciclismo, el tenis, el baloncesto o el balonmano, que han sumado casi la mitad del total de las medallas. Los problemas llegan en algunas otras disciplinas que viven, necesariamente, al auspicio de las federaciones. Los casos más sangrantes son los de los considerados como deportes estrellas en unos juegos olímpicos (los que más medallas reparten): atletismo y natación. En el primer caso no cabe duda de que ha habido un alarmante descenso en el rendimiento de algunos de nuestros atletas. La mayoría de nuestras grandes bazas (Marta Domínguez, García Bragado, Higuero, etc.) se encuentran al final de sus carreras profesionales y no se vislumbra ningún relevo generacional. La política de nacionalización de atletas extranjeros, además de crear controversia, tampoco ofrece grandes resultados. Aún más desolador es el caso de la natación, deporte en el que no cabe hablar de bajón, pues nunca se ha llegado a un nivel mínimamente exigible por un país de nuestras posibilidades.
Afortunadamente no todo son malas noticias. La vela sigue siendo una apuesta segura, el piragüismo crece a la estela que marca David Cal y la sincronizada demuestra el excelente trabajo que se lleva a cabo en las piscinas Centro de Alto Rendimiento de San Cugat de la mano de Ana Tarrès. Estos son los ejemplos que deben seguirse para superar un cierto estancamiento y alejar los fantasmas de crisis en el olimpismo español. No cabe duda de que el deporte profesional español, el que aparece en los informativos y los periódicos todos los días del año, funciona con éxito. Lamentablemente el nivel del resto de disciplinas no es tan alto, lo cual, en la mayoría de los casos se debe a un problema de planificación y, por que no decirlo, de dinero. Sin ser una ley exacta, a nadie se le escapa que a mayor presupuesto mejores resultados, pero la pregunta es ¿cuánto está dispuesto un país a gastarse en su deporte?

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