Matrixmonios

Jesús Vázquez es, según una lista que acabo de leer, uno de los españoles más deseados por las mujeres. Y eso que está casado… ¡con un hombre! Así que es verdad, los gays no sólo querían una ley sobre el matrimonio homosexual sino que también estaban dispuestos a utilizarla. Aunque bueno, según los últimos datos, no la usan tanto ya que, al parecer, el número de bodas entre personas del mismo sexo es escaso.
Dicen desde esos sectores que se autoproclaman ‘defensores de la familia’ que esta baja cifra de enlaces demuestra lo erróneo de una ley que no resultaba útil para la sociedad. ¡Hay que ver! Así que seguramente la mayoría de los homosexuales deben de continuar ahora viviendo ‘en pecado’ (igualito entonces que la mayoría de parejas heterosexuales). Así que tanta lucha para conseguir que se le reconozca un derecho que luego no utilizan. ¿Les habrá merecido la pena todo el esfuerzo durante años para que una vez conseguido sólo se casen un par de gays y otro de
lesbianas? Porque, a los que no han decidido pasar por el registro civil ¿Qué les queda? ¿La satisfacción de saber que no son discriminados por su orientación sexual?, ¿el tener los mismos derechos que cualquier otra persona independientemente de sus gustos pasionales?, ¿el saber que son iguales ante la ley sin que importe con quién se acuesten o con quién se levanten? Minucias, pensarán algunos.

Decía mi ilustre paisano Don Manuel Azaña (no sólo de Cervantes vivimos en Alcalá) que no sabía si la libertad hacía más feliz al hombre, pero que estaba seguro de que le hacía más hombre. Seguro que ‘los defensores de la familia’ no estarán de acuerdo. Ellos seguirán viendo como esta institución se rompe y la sociedad se descompone llevándonos a una decadencia sin retorno llena de depravación y perversión para las generaciones futuras. Yo debo ser corto de vista o demasiado inocente y no veo nada de ese horror. Tal vez sea como en la película Matrix, en la que existen dos mundos: uno real y otro ficticio en el que vivimos nosotros y que es creado por las máquinas que habitan en el primero. Yo no sé en cuál vivo yo si en el de verdad o en el de mentira. Lo único seguro es que no es el mismo que en el que viven “los defensores de la familia”.

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