Pasta a la boloñesa


El concepto 'huelga estudiantil' es un contrasentido aún más profundo que el de 'inteligencia militar'. Un estudiante no puede presionar a nadie con dejar de aprender, puesto que él es el único afectado ya que no deja de producir para una empresa, simplemente pierde la oportunidad de adquirir conocimientos. Por eso el 99% de las huelgas de estudiantes son meras excusas para hacer el vago. Lo sé por propia experiencia. Otra cosa muy distinta son las concentraciones y manifestaciones (demasiadas veces confundidas por los medios de comunicación con huelgas). Con ellas uno se carga de legitimidad, puesto que no se trata de meros 'novillos', si no de implicarse personalmente en la acción contra algo.
En estos momentos se están produciendo múltiples movimientos contra el llamado Plan Bolonia. Cualquier persona ajena a los aconteciemientos podrá caer en la tentación de pensar que todas estas protestas responden al inherente espíritu contestatario que acompaña el ánimo de la mayoría de estudiantes. Es imposible encontrar una ley sobre educación que no haya concitado unas cuantas quejas más o menos organizadas antes de su aprobación. Pero lo cierto es que hoy hay razones.

La homologación europea como excusa

A riesgo de caer en la simplificación, y dejando al margen algunos aspectos puntuales que sí resultan positivos, Bolonia, en general, supone un duro golpe a la Universidad pública como concepto. El objetivo de establecer el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) sirve de salvoconducto para la mercantilización de la institución. Nadie puede estar en contra de que en toda Europa se sigan unos mismos criterios y que en Madrid cualquier licenciatura sea completamente homologable a la que se estudia en Roma, en Londres o en Goteborg. El problema radica en que eso se consiga copiando el sistema norteamericano; el liberalismo feroz, perpetuador de las élites llegará a las aulas del Viejo Continente. Hay muchas medidas que lo demuestran y lamentablemente algunas ya funcionan. Por ejemplo, si después de licenciarse uno decide hacer el doctorado, con el EEES se obliga a realizar previamente un máster oficial. ¿Qué supone esto? Pues un encarecimiento brutal de los estudios de postgrado. Antes se decía que los licenciados que valían hacían el doctorado y los que tenían dinero, un máster. Con esta norma ya sólo podrán seguir avanzando los que valgan y, además, tengan dinero. Los que no, difícilmente podrán compatibilizar los estudios con un trabajo, puesto que intensifica la obligatoriedad de la asistencia a clase para aprobar. Las becas a estos niveles son ridículas. Donde sí funcionaban bien estas ayudas públicas (al menos en España) era en el primer ciclo. Casualmente con el Plan de Bolonia, se reducen el número de años de estos estudios. Las diplomaturas y licenciaturas desaparecen con los llamados 'grados', que permiten acortar, dependiendo de los casos, en un par de años el periplo de los jóvenes en la universidad. Ya se sabe que cuanto antes se pongan a producir para las corporaciones mejor será para el sistema capitalista. Además, las becas tradicionales pierden protagonismo en favor de los préstamos-ayuda: dinero a interés cero, pero que el estudiante tiene que devolver en cuanto logre un sueldo. Y es que las empresas pasan a desempeñar un papel determinante en la nueva universidad. Serán los que pongan dinero, y ya se sabe que estos entes no regalan nada, sino que invierten a la espera de beneficios. La Universdad será algo así como una academia de adiestramiento profesional. Se acabó la formación de ciudadanos críticos y libre-pensadores. Simplemente vale con que cada uno sepa apretar la 'tuerca' que le corresponda en la 'cadena de montaje' en la que trabaje.
No es que la Universidad no precise de una reforma, que la necesita, pero no es esta. Este plan es un ataque a su función social. Porque, aun siendo un aspecto básico, una sociedad es mucho más que su economía. Sin espíritu crítico y sin igualdad de oportunidades reales es imposible el desarrollo completo de cualquier sociedad y de los individuos que la forman. Sin embargo, Bolonia supone el triunfo del ‘todo por la pasta’. Acabaremos comiendo dinero.

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