Dios salve al bufón

Me comentan varios amigos, conocedores directos del mundo bancario, que la orden de mantener cerrado el grifo del dinero sigue totalmente vigente y sin visos de cambiar. Toda la fortuna que el Gobierno les ha metido en los bolsillos para reactivar el sistema de préstamos lo han preferido utilizar para cuadrar sus beneficios. Nos obligaron a ayudarles con nuestro dinero, y ahora ellos no quieren ayudarnos a nosotros. ¿Por qué no se les fuerza? ¿Por qué siguen acumulando grandes beneficios? ¿Por qué volverán a entregar enormes dividendos a sus accionistas? Son preguntas con respuestas mucho más evidentes de lo que se pretende hacer ver por parte de buena parte de los culpables de esta situación.
La actual crisis económica ayuda a reforzar los argumentos de Leo Bassi, que acaba de estrenar en el Teatro Alfil de Madrid su espectáculo, Utopía. Hoy Bassi es el bufón, un payaso tanto para detractores como para seguidores. Los primeros creen ingenuamente que ese término es despectivo, que Leo no es más que un bravucón y provocador ‘progre’ dedicado a soltar un discurso demagógico contra el sistema. En cambio, quienes conocen su trabajo saben que tras su aparente brocha gorda se esconde un fino pincel con el que dibuja afinadas críticas; que la comedia es un estupendo traje con el que vestir las ideas con el fin de hacerlas más atractivas. En definitiva, que el bufón se ríe del rey hasta cuando su majestad piensa que la chanza se dirige contra sus enemigos.
Resulta un error tomar todo lo que dice Bassi al pie de la letra. Pese a que es un payaso de lo más culto, apasionado por la Historia y la Filosofía y que maneja con soltura varios idiomas, sus espectáculos no son clases universitarias. En sus creaciones, y Utopía no es la excepción, hay mucho de hipérbole y caricatura, recursos basados en la desproporción, sí, pero de rasgos que existen y que son tan reales como unas consecuencias reconocibles por todos. De ellas se alimentan sus números. Identificarlas y buscar a sus responsables para posteriormente proponer una alternativa con la quel se puede estar más o menos de acuerdo, pero que resultan estimulantes. Ahí reside el principal valor de Bassi, en pellizcar conciencias adormecidas. Esa virtud permanece intacta y puesta más en valor que nunca en este espectáculo, capaz de derribar la cuarta pared del teatro para sacar las ideas a la calle (literalmente).

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