¡Independencia para Barajas!


Me pregunto por qué no se le ha ocurrido a nadie pedir la independencia de Barajas. Y no lo digo porque haya gente que 'gracias' a Iberia, a Aena, a los pilotos y a los controladores, tengan que pasar más tiempo en el aeropuerto madrileño que Tom Hanks en el de la película La Terminal.
Mi duda se debe más bien a razones económicas. Si Barajas fuera un estado soberano, disfrutaría de unos de los PIB más altos del mundo. Dejando a un lado la gran mentira de los Duty Free, todos los productos que se venden en ese territorio son mucho más caros que los mismos objetos fuera de sus instalaciones. Con los mismos gastos se consiguen muchos más beneficios. Evidentemente los comercios se aprovechan de que el turista tiene que comprarlos ahí por obligación. Pero también se dan procesos milagrosos por los que los ciudadanos transitorios de Barajas contribuyen a incrementar la riqueza del aeropuerto de una manera desinteresada.
Como ya es costumbre por estas fechas, Aena instala un gran belén en la T4. Por razones que mi mentalidad rural griega (esa que considera las propinas como una falta de respeto) me impide comprender, la gente creó la costumbre de arrojar monedas al nacimiento como si se tratara de la Fontana de Trevi romana. Ante la posibilidad de que estas impactaran con las figuras y las dañaran, la organización del aeropuerto decidió indicar en un cartel la prohibición de tirar monedas. Lejos de arruinar la lluvia de dinero, a los elementos metálicos se sumaron pronto los de papel por parte de los que a su generosidad unían la virtud del respeto a las normas. Así, el belén de la T4 Barajas se ha convertido en un océano de euros, dólares, pesos, libras y divisas de lo más variadas. No creo que a los dirigentes de la iglesia católica le gustara la estampa, ya que si algo simbolizaba al portal de Belén era su humildad y pobreza. Sin embargo, ahora nadan en dinero. ¿No será esto una metáfora casual?.
De todas formas, tan sorprendente capacidad para crear riqueza no debería pasar inadvertida por nadie en los tiempos que corren. Quizá sería oportuno que Barajas se independizara y se consolidara como un paraíso a la altura de Mónaco, Lichtenstein o el propio Vaticano.

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