Donde vive la imaginación



Los sueños incumplidos producen monstruos. Es algo que le debe ocurrir a todo el mundo (a no ser que seas Pep Guardiola). Por eso es recomendable llevarse bien con ellos. Spike Jonze se adentra en esos sentimientos de frustración y miedo con Donde viven los monstruos, una película tierna y turbadora a partes iguales. Se estrenó el pasado 18 de diciembre, el mismo día que Avatar.
"El cine lo revolucionaron los hermanos Marx, Hitchcock, John Ford, los neorrealistas, los autores de la nouvelle vague... Ninguno era técnico. Eran artistas" decía Javier Ocaña en El País sobre Avatar. La última superproducción de James Cameron está rompiendo la taquilla mundial gracias, "solamente", a su técnica en 3 dimensiones. Nadie destaca la historia que cuenta porque eso parece ser que es lo de menos. Personalmente, a mi hace mucho tiempo que dejaron de impresionarme los efectos especiales (al fin y al cabo, el 3D no es más que otro efecto). No digo que no tenga valor, que lo tiene y mucho, pero ya he asumido que con la informática todo es posible. El asombro, único sentimiento que son capaces de despertar esos recursos, está por lo tanto más que amortizado.
Donde viven los monstruos y Avatar están en las antípodas la una de la otra. En el trabajo de Spike Jonze la técnica es sólo una herramienta para contar una historia fantástica sobre sentimientos. Los monstruos protagonistas son encarnados por actores reales dentro de disfraces no mucho más sofisticados que los de Barrio Sésamo (salvo por la manera en que se han conseguido las expresiones de sus caras). Pero sirven para contar algo. ¿Acaso no se trataba de eso?

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