Sombras tras el apagón


El 3 de abril se produjo en España el cese definitivo de la televisión analógica. Su sustituta, la TDT, impone mejoras tecnológicas que modifican nuestro panorama audiovisual, siendo el aumento del número de canales a recibir la más evidente. En apenas dos décadas hemos superado el monopolio de TVE primero y el posterior oligopolio formado por ésta junto a las primeras televisiones privadas y autonómicas, para desembocar en la situación actual en la que hay más de una veintena de opciones en abierto disponibles para el televidente.

La existencia de más canales con nuevas propuestas debería propiciar un aumento de la calidad global de la programación televisiva. Sin embargo, la historia demuestra que puede ocurrir todo lo contrario. Considerando que la principal aportación en estas dos últimas décadas por parte de Telecinco y Antena 3 ha sido el surgimiento de la ‘telebasura’ como estrategia para captar audiencia y que la copia de formatos basados en el mal gusto es una constante entre los canales, cabe preguntarse por cuáles serán los planes de los medios recién llegados para hacerse con su parte del pastel. Hasta ahora el panorama no es nada halagüeño. Las ‘novedades’ de las que se alimenta la TDT actual no van más allá de reposiciones y redifusiones de series y programas del pasado, teletiendas, los llamados Call-TV (espacios que rayan en la estafa) y tertulias políticas en las que la opinión partidista, siempre a favor de la ideología del gobierno que concedió la licencia de emisión al canal que las alberga, impide el desarrollo de un debate plural en el que se utilicen argumentos de peso más allá de soflamas y vituperios.

Resulta difícil pensar que la situación vaya a mejorar a corto y medio plazo. Con el mercado publicitario en crisis las cadenas parecen decididas a seguir apostando sobre seguro con productos que, pese a su discutible calidad, resultan baratos y fiables para asegurar una determinada cuota de seguimiento. El morbo, el escándalo o el insulto son considerados por las televisiones conceptos más seguros para lograr audiencia que valores como el rigor, la objetividad o la originalidad. El Estado, que indica por ley que los medios de comunicación deben contribuir al bien común de la sociedad a través del respeto y protección de principios que éstos conculcan diariamente, haría bien en controlar los excesos televisivos perpetrados en nombre de la libre competencia.

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