Al servicio de los privilegiados

Ayer sábado Televisión Española emitió un precioso programa sobre la crisis económica en La 1. Se titulaba Tenis. Final del Madrid Open: Nadal vs. Federer. Alguno se lo perdería pensando ingenuamente que se trataba de un mero acontecimiento deportivo. Pues no. La retransmisión acabó siendo una bella metáfora sobre el funcionamiento del sistema capitalista, su crisis económica y cómo lo están viviendo las distintas clases sociales. Para poder disfrutar del documento había que abstraerse del espectáculo que los dos mejores tenistas del mundo estaban dando en la pista y fijarse en lo que ocurría en las gradas. En los asientos más cercanos a la arena, tan cerca de los protagonistas que podían oir sus lamentos, oler su sudor y hasta ver sus lunares, se situaba una pléyade de celebridades de lo más variopinta.


Utilizando las comillas para poder ser generoso, había “artistas” como Norma Duval, “actrices” de la talla de Ana Obregón, “periodistas” de la fama de María Eugenia Yagüe, famosos consortes como Nicolás Vallejo-Nágera, ricos por obra y gracia de Dios y sin profesión reconocida como Carmen Lomana, etc. Extasiados, más que por el derroche de talento de los respectivos número 1 y 2 de la ATP, por contemplar tan de cerca ese concepto seguramente desconocido para ellos llamado "esfuerzo", tales personajes aparecían ufanos en los planos televisivos con sus gafas de sol y sus ropas de marca. Tenían el lugar más privilegiado del estadio, pero no estaban solos. Si uno miraba un poco más arriba o a cualquiera de los lados, seguía viendo palcos y más palcos ocupados por políticos, empresarios, actores, deportistas y demás carne de la crónica rosa de nuestro país, algunos disfrutando del partido, otros del ambiente, y todos de la gran ceremonia de las apariencias. Ni que decir tiene que ninguno de ellos habrá gastado un solo céntimo en adquirir sus localidades. Quien no fuera invitado por la organización lo habrá sido por alguna empresa que haya adquirido las butacas correspondientes con el ánimo de hacer negocios. Para encontrar a la gente que sí pagó religiosamente su entrada había que esperar a que la realización de TVE mostrara un plano general de La Caja Mágica, pues estos ocupaban los lugares más alejados a la arcilla en la que se desarrollaba el partido.

En las gradas de los partidos de tenis quien más tiene es quien menos paga. Muchos de ellos, demasiados, gozan de todos los privilegios y facilidades del mundo gracias a aquellos que con empeño sufragan los lujos de los aprovechados. A unos se les obliga a participar en el reparto de sacrificios para que los otros puedan disfrutar del reparto de beneficios consiguiente (por supuesto, siempre desde los mejores asientos y a cubierto por si llueve). Si es que el tenis es como la vida misma.