Va a ser un Mundial raro. Raro porque por primera vez se celebra en África, lo cual, además de las incognitas organizativas, abre los pronósticos sobre quién será el ganador. La historia dice que las Copas del Mundo se las lleva un país del mismo continente en que se disputa el torneo. Más concretamente, en América ganan los americanos y en Europa los europeos. Sólo ha habido dos excepciones: en Suecia 58, cuando venció el Brasil del adolescente Pelé, y en Corea-Japón 2002, que hasta hoy ha sido el único mundial organizado fuera de los dos continentes clásicos. Éste también lo ganó la canarinha.
Raro porque se va a jugar en invierno, con frío, así que no se producirán las típicas imágenes de los partidos de sobremesa, con el sol asfixiante dando de plano sobre los jugadores. Habrá temperaturas más suaves, con lo que se perderá algo de esa “épica de la deshidratación” a la que estábamos tan acostumbrados tras Argentina 78, última de estas citas que se celebró en el hemisferio sur.
Pero sobre todo va a ser raro porque la gran favorita es… ¡España! Junto a La Roja, Brasil e Inglaterra se postulan como la terna de principales aspirantes a levantar la Copa. Curiosamente se advierte un cierto cambio de papeles en lo que respecta a la manera histórica en que estos tres equipos han venido entendiendo el juego. España ha dejado a un lado la famosa furia para practicar un fútbol vistoso al estilo de Brasil; Brasil aparcó hace tiempo el jogo bonito a favor de una apuesta por el juego directo y agresivo típico de Inglaterra; e Inglaterra se ha abonado al orden y el rigor defensivo de Italia de la mano del transalpino Fabio Capello. A este trío se les debe sumar otras tres incognitas: la anárquica Argentina, con la mejor delantera del mundo, pero sin nada detrás; Holanda, siempre un seguro de buen juego pero siempre maldita, especialmente en las tandas de penaltis; y Portugal, con un Cristiano Ronaldo capaz de echarse a la espalda al equipo. Inmediadamente después llegan dos clásicos que no pasan por sus mejores horas: Alemania e Italia. La Mannschaft y la Azzurra tienen dos equipos muy discretos. Los primeros en plena transición hacia la multiculturalidad y los segundos con un bloque envejecido debido a la sequía de talento en sus nuevas generaciones. Pero si algo tienen estas escuadras es una inmensa capacidad de competir. Es posible que si decidieran ponerles la camiseta blanca unos y la azul los otros, a 11 ciudadanos culesquiera que pasaran por la calle principal de Hamburgo o de Florencia, también lograrían hacer un buen papel.
Lo dicho, será un mundial raro, y raro puede ser sinónimo de extraordinario.
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