Desde que comenzó la crisis en España hay 16.000 ricos más y cerca de un millón de nuevos parados. Si yo fuera uno de esos 16.000 nuevos millonarios, o alguno de los clásicos, mañana no haría huelga. El 29 de septiembre (una vez acabada la ardua labor de contar y recontar los pingües beneficios que me proporciona la recesión) lo dedicaría a tratar de entender cómo es posible que la mayoría de los trabajadores no vayan a secundar la protesta. Porque seguramente, esa misma mayoría no estará de acuerdo con que sean ellos los que paguen el coste de una crisis que no han causado. Sin embargo irán a trabajar y dejarán escapar una gran oportunidad para dejar patente su descontento.
Quizá haya algunos que teman perder su puesto de trabajo. En pleno siglo XXI hay empresas capaces de tomar drásticas represalias contra un empleado que quiera ejercer su derecho a la huelga. De hecho, hay empresas en las que, en la práctica, está prohibido que sus trabajadores monten un comité de empresa o elijan un representante sindical. Yo conozco alguna. A otros, tal vez, les cueste hacer huelga contra un gobierno socialista y piensen que las medidas adoptadas por Zapatero son imprescindibles e inevitables ante la actual coyuntura económica. Hay quien puede tener reticencias y pensar que protestar contra el actual gobierno beneficia la llegada del PP al poder, un partido al que la actual reforma laboral se le quedaría corta. Sobre las motivaciones “esquiroides” de los trabajadores de derecha (que en este país los hay, y muchos) no cabe ninguna duda. Ya les va bien siendo fieles a su empleador. Parece ser que hoy hay que estar agradecidos por tener trabajo, mañana se tendrá que dar gracias por tener sanidad pública, pasado mañana por poder disfrutar de agua potable y, al siguiente, por tener un poco de aire limpio que respirar.
Finalmente están aquellos que no están dispuestos a perder el 0,27% de su sueldo anual, también por muchos motivos. Hay empresas (alguna conozco) que han obligado a sus empleados a adelantar el trabajo que habría que hacer ese día, con lo cual, ese trabajador que secunde la huelga habrá producido gratis para su empresa y sólo le quedará el beneficio de haber actuado según sus principios y su conciencia.
En principio parecía que existían más motivos para hacer huelga que para no hacerla. Sin embargo según se ha ido acercando la fecha me ha sorprendido cómo aumentan los razonamientos de aquellos que el 29-S van a ir a trabajar. Me resulta curioso que cuando alguien que no va a hacer huelga me pregunta si yo la voy a hacer, y le contesto afirmativamente, nunca me cuestione sobre los motivos de mi decisión. En cambio, sin yo pedírselo, trata de justificarme su postura. ¿Será que lo evidente no necesita explicación, justo al contrario que lo incomprensible? Cualquier decisión, tanto en un lado, como en el otro, resulta respetable, incluso por parte de aquellos que se jactan de ser de Izquierda. Aunque a la próxima persona a la que le guste considerarse progresista que me intente explicar por qué no secunda el parón le contaré un chiste. Es sobre un hombre que quiere afiliarse al partido socialista de su pueblo. El dirigente político encargado de la admisión le pregunta:
- Si tú tuvieras dos casas, ¿estarías dispuesto a ceder una para el uso público, para que puedan beneficiarse aquellos que la necesiten? Tal vez se podría construir en ella una escuela o un centro para la tercera edad.
- Sí, por supuesto. Hay que ayudar a la sociedad- contesta el aspirante a socialista.
- ¿Y si tuvieras dos coches? ¿Podrías ceder uno para que lo usasen, por ejemplo, los médicos a la hora de visitar a enfermos?, vuelve a cuestionar el político.
- Evidentemente, evidentemente.
-¿Y sí tuvieras dos gallinas? ¿Ofrecerías una a la comunidad, para repartir entre los hambrientos?
De repente el aspirante se queda callado, pensativo. Pasados unos segundos, el político le vuelve a preguntar:
-¿Cederías una de las dos gallinas?
A lo que el aspirante finalmente contesta:
-No, la gallina no la cedería. Es que... resulta que dos gallinas sí que tengo.
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